Madrid, 7 de octubre de 2013 – Muchos pasajeros ignoran sus derechos cuando vuelan con sus mascotas. En estos casos, las compañías exigen ciertos requisitos para viajar con animales: un extra en el billete, que los animales estén dentro de un trasportín cerrado, a prueba de fugas y del que no puedan escaparse, y certificados veterinarios, con el fin de garantizar un trato correcto durante el viaje. Aunque se dan sucesos que muestran lo contrario.
Es el caso de Francisco Javier Ramos, que viajaba con su perro desde Sevilla a Palma de Mallorca con Air Berlin. El animal, un bulldog inglés de seis años de edad llamado Nano, falleció en la plataforma de estacionamiento de las aeronaves por un golpe de calor, tras la desatención de los operarios que debían transportarlo hasta el avión.
El afectado, que había pagado 74 euros en concepto de tasa para viajar con su perro considera “que se han reído de él y de sus derechos” y exige más protección a la hora de transportar en avión mascotas
Nano se quedó al sol durante aproximadamente una hora el 11 de julio de 2012, y murió deshidratado. Cabe destacar que los perros son mucho más sensibles al calor que las personas y tienen menos facilidad para reducir su temperatura corporal.
La angustia del cliente de reclamador empezó en el propio aeropuerto, una hora antes del embarque, cuando el operario que recogió al animal se negó a poner un cuenco de agua en el interior del trasportín pese a las altas temperaturas. Según el funcionario, la normativa lo prohibía. Sin embargo, el trasportín tiene un espacio especialmente diseñado para estos casos. Por ello, Francisco Javier solicitó que si veían al animal sofocado le diesen, al menos, agua.
“Desde los ventanales de las puertas de embarque se veía otro avión al que llevaban trasportines con mascotas, que iban en los carros de las maletas con un techo de lona para que no les diera el sol y no tardaron más de diez minutos en embarcarlos” narra Francisco Javier, quien añade que al poco tiempo pudo ver a su perro que, en comparación con los primeros, “iba en una especie de elevador con cabina acristalada para el operario y una plataforma donde estaba el trasportín a pleno sol y sin toldo, sin nada que le protegiera”.
El mal presagio que sintió Francisco Javier se hizo realidad al aterrizar en Palma, cuando el trasportín de la mascota no aparecía en la cinta al igual que otros animales y equipajes.
Después de 15 minutos de espera y sin explicaciones de lo ocurrido, lo llevaron a otro lugar dentro del aeropuerto más apartado, donde, tras exigir repetidamente ver al perro le contestaron que “era posible que éste necesitase atención veterinaria porque estaba tumbado dentro del trasportín y no se movía”, alargando así la inquietud de Francisco Javier. Finalmente, tras pedir desesperado que lo trajeran lo más rápido posible para proporcionarle atención veterinaria urgentemente, le hicieron entrega del cadáver de Nano.
Al respecto, Air Berlín únicamente se ofreció a entregar a Francisco Javier un bono de 100 euros de descuento para una futura reserva de un vuelo.
La ‘low cost’ alemana ni siquiera se hizo cargo del traslado de la mascota fallecida ni de la incineración.
Ante los hechos, la empresa reclamador se ha puesto manos a la obra para exigir una indemnización de 2.635 euros para su cliente. La responsabilidad de las compañías aéreas por daños en mascotas es la misma que supuestos de transporte de equipaje normal, es decir, 1.300 euros. En este caso, la empresa que defiende los derechos de los pasajeros de avión exigirá una cantidad superior a la del límite legal por la extrema negligencia de la aerolínea y el daño moral al pasajero por la pérdida del animal.
“Consideramos que las compañías aéreas deben garantizar condiciones óptimas para el traslado de las mascotas” señala Pablo Rabanal, CEO de reclamador, refiriéndose a las declaraciones de Francisco Javier: “le trataron como a un objeto, una maleta, en lugar de un ser vivo que era”.